Siempre aquí reposaré,
Señor, cerca de ti;
en esto sólo esperaré:
Jesús murió por mí.
Bendito Dios, mi Salvador,
gran fuente del perdón;
con sangre lava al pecador
y limpia el corazón.
¡Oh, lávame, y tuyo seré,
precioso Salvador;
¡oh, lávame y viviré
siempre en tu fiel amor.
De sangre tuya sin cesar
aplícame el poder;
hasta sueños en adorar
y fe se cambie en ver.