De mis tristeza y esclavitud,
vengo, Jesús; vengo, Jesús;
a tu alegría y a tu virtud,
vengo, Jesús, a ti.
De mi pobreza y enfermedad,
a tu salud y rica bondad,
a tu presencia de mi maldad
vengo, Jesús a ti.
De mi angustia y falta de luz,
vengo, Jesús; vengo, Jesús;
a ese glorioso bien, de tu cruz,
vengo, Jesús, a ti.
Del sufrimiento que es terrenal,
a ese tu bálsamo celestial:
de mi congoja a salmodiar,
vengo, Jesús, a ti.
De mi orgullo e intranquilidad
vengo, Jesús; vengo, Jesús;
para morar en tu voluntad,
vengo, Jesús, a ti.
De mi persona a tu amor,
a lo del cielo y encantador,
para por siempre darte loor.
Vengo, Jesús, a ti.
De ese terror que la tumba da,
vengo, Jesús; vengo, Jesús;
a la alegría y luz de tu hogar;
vengo, Jesús, a ti.
De la indecible profundidad.
A tu redil de tranquilidad.
A ver tu faz por la eternidad:
vengo, Jesús, a ti.