Bendita hora de oración,
que del contacto mundanal
elévame hasta la mansión
de mi buen padre celestial.
Huyendo toda tentación,
acudo al templo del Señor,
lleno de paz y bendición,
a orar allí con fino amor.
Bendita voz, santa oración,
a quien escucha con bondad
dirijo aquí mi petición,
a Dios que es única verdad.
Confiado estoy en tu atención
a mi plegaria, a mi clamor,
pues ya me ha dado salvación
y pruebas grandes de amor.
¡Oh, padre!, fuente de salud,
a tu gran nombre siempre honor;
tu reino venga que tu luz
por todo esparza su fulgor.
Hoy danos tu pan celestial,
perdona nuestra tibia fe,
y guárdanos de todo mal,
¡oh, tú de gloria eterno rey!