La débil cuerda cederá
y no cual hoy, cantar podré:
mas, ¡oh, qué gozo al despertar
en el palacio de mi rey!
Y cara a cara le veré
y allá la historia contaré
de cómo me dio Jesús
la vida eterna en la cruz.
Mi casa frágil caerá,
el cuando, no podré decir;
mas sé que él prepara ya
morada eterna para mí.
Al descender el áureo sol
un bello día de solaz,
oiré decir al Salvador:
"fiel siervo entra en mi paz".
Su voz mi alma esperará,
y hasta entonces velaré;
la puerta luego él abrirá,
y a él mi vuelo alzaré.