Un vivo anhelo tengo yo
desde que alienta en mí la fe;
ya por el fuego del crisol,
o por el agua, limpio ser.
¿A quién, Señor, acudiré?
Sé tú mi purificador;
pues sólo así podré tener
un puro y limpio corazón.
Mi senda limpia quiero ver,
mi mente exenta del terror.
Pero con todo mi querer
impuro soy –impuro soy.
Sólo el de limpio corazón
verá la cara del Señor,
porque es su fondo el reflector
del mismo Dios –del mismo Dios.
Quiero en mi pecho reflejar
el rostro amado Jesús,
cual se refleja sobre el mar
el cielo azul –el cielo azul.