Cual faro en el mar, cual plácida armonía
es la esperanza del bendito día
en que el Señor vendrá con su excelsa compañía,
descendiendo en gloriosa majestad.
Ven Señor, ven Señor.
Ven, a tu grata aparición
cesará nuestra aflicción,
ven, Señor, con los tuyos a reinar
Cual iris de paz en tempestad airada,
es para el alma, de luchar cansada,
la vuelta del Señor
a su iglesia bien amada.
A inundarla de lumbre celestial.
Cual fuerte clarín, que a batallar convida,
es de Jesús la grata y bendecida
promesa de volver para dar la bienvenida
a sus siervos que pronto le verán.
¡Oh!, ven sin tardar, Dios de los altos cielos,
ven a cumplir del alma los anhelos;
¡oh, pronto ven, Jesús! Y pon fin a los desvelos
de tus siervos que claman con afán.