Si en esta noche vieras al Señor,
sangrando aún la coronada sien,
y te dijera con profundo amor:
"ven a tu Salvador, amigo, ven".
¿Ni aún así creerías en él,
ingrato pecador?
Él está aquí, si quieres creer:
ven a tu Salvador.
Si aquí pudieras contemplar su faz,
de aquellos ojos la benigna luz;
su voz oír de bendición y paz
y ver en él las marcas de la cruz.
Él habla ya contigo sin rumor,
pues a tu lado se ha sentado aquí,
¿no sientes tú la llama de su amor
cuando te dice: "todo fue por ti?"