Tenebroso mar, undoso
vas surcando, pecador,
y el presagio del naufragio
acrecienta tu temor.
¿Ves no lejos los reflejos
de la pura y blanca luz?
Ese bello, fiel destello
es el faro de la cruz.
Anhelando puerto amado,
fuente viva de salud;
en ti alma, dulce calma
gozará sin inquietud.
¿Qué es el mundo? Foco inmundo;
de él me quiero retirar,
y el tranquilo grato asilo
de los justos disfrutar.
Yo ansío, Jesús mío,
revestirme de tu amor;
a ti sólo acatarte
cual humilde servidor.
Roca fuerte, que la muerte
ni los siglos destruirán;
de los fieles los laureles
en tu cumbre lucirán.