Oveja extraviada,
yo fui ayer Señor.
No me gustaba mi redil,
y menos mi pastor.
Cual hijo vagabundo
no amaba ya mi hogar,
ni de mi padre oír la voz;
amaba más vagar.
Su oveja el buen pastor
su hijo el padre fiel,
buscaron con sublime amor
por monte y yermo cruel.
Muy cerca de la muerte,
herido y desmayado,
y en la más triste soledad,
por fin yo fui hallado.
Jesús es mi pastor;
de todo me salvó;
es él que por su grande amor
con sangre me lavó.
Fue él que buscó al perdido
que halló la oveja enferma
que en brazos tiernos al redil
la trajo y allí la guarda.
Perdido ya no estoy,
guiado quiero ser,
la dulce faz de mi pastor
quisiera siempre ver.
No más un hijo infiel,
no quiero al mundo amar,
mi padre tiene dulce voz
y amo su hogar.