Vendrá el Señor y temblará la tierra
temblará en su base roca y sierra
y velarán los astros sus albores,
de densa niebla en tétricos horrores.
Vendrá el Señor, mas no como antes vino,
humilde y pobre, plácido y benigno,
manso cordero, que al atroz verdugo,
se entregó inerme, porque así le plugo.
Vendrá de enojo y de terror ceñido,
serán borrasca y nube su vestido;
en alas de querub que al mundo asombre,
para juzgar y sentenciar al hombre.
¿Es ese el mismo que dobló la frente
delante del enemigo prepotente?
¿Es ese el despreciado, el peregrino,
el que murió en la cruz cual asesino?
Clamará el pecador de pavor lleno:
“¡ocúlteme la tierra en su hondo seno!”
Y rotos, de la tumba, los espantos,
“¡vino el Señor!” Entonarán los santos.