Mirad al Salvador Jesús,
el príncipe benigno,
por mí muriendo en la cruz,
por mí, tan vil, indigno.
De amor la prueba, ¡he aquí!
El Salvador murió por mí,
por mí, por mí,
Jesús murió por mí.
El sol su rostro encubrió
al ver su agonía;
la dura peña se partió
oídlo, alma mía.
Y yo también al ver la cruz,
por ella soy vencido;
mi corazón te doy, Jesús,
a tu amor rendido.