¡Adiós, mis hermanos! Yo voy a dejaros,
y seguir la batalla en otra ciudad.
Más, quiero animaros a ser valerosos,
luchando por Dios contra toda maldad.
Partiremos de aquí, más allá nos veremos,
delante del trono de nuestro Señor;
por siglos sin fin, nunca más separarnos
morando con Cristo en eterno esplendor.
¡Adiós, mis amigos! El deber ya me toca;
y tengo que irme sirviendo al Señor;
y es mi oración que el maestro os bendiga,
guardándoos siempre en su santo amor.
¡Adiós, pecadores! Yo siento dejaros,
porque todavía estáis lejos de Dios;
más, aún tiempo hay, si queréis entregaros
en manos de aquel que os quiere salvar.