Magdalena a los pies de Jesús
llorando un día llegó,
ante aquel que más tarde en la cruz
su sangre bendita derramó.
Con ungüento ungía sus pies
y contrista pedía el perdón,
Jesús conmovióse en su ser,
y mirándola le respondió.
Hija mía, ya estás perdonada,
ve tranquila y no peques más,
te ha salvado la fe que en tu alma
persiste con sinceridad.
Como aquella que se arrepintió,
yo también vengo a ti, Salvador;
como oveja que busca al pastor
y se goza cuando oye su voz.
Y cantando le damos loor
a aquel que en la cruz se inmoló.
Sembrad la palabra de amor
que es consigna del Hijo de Dios.
Humillados a tus pies, buen Señor,
implorando tu dulce perdón
y confiamos en el Dios de amor
que oirá nuestra humilde oración.