Un ancla tenemos que el túmido mar,
por mucho que ruja no puede quebrar;
la bella esperanza que infunde Jesús
legada en su muerte de angustia en la cruz.
Allá en los cielos el trono de Dios
do reina supremo con reino de amor,
el ancla fijemos que firme estará,
pues Dios bondadoso no nos faltará.
Y cuando más ruja cruel tempestad
más firme cojamos el cable de fe;
que furias de vientos ni choques del mar,
no pueden del puerto la entrada vedar.