Los heraldos celestiales
cantan con sonora voz:
¡Gloria al Rey! Recién nacido
que del cielo descendió.
Paz, misericordia plena,
franca reconciliación
entre Dios tan agraviado
y el mortal que lo ultrajó.
La divinidad sublime
en la carne se veló.
Ved a Dios morando en carne
y adorad al hombre Dios.
Emmanuel Dios con nosotros,
a la tierra descendió;
hecho hombre con los hombres
tiene ya su habitación.
“salve” al príncipe glorioso
de la paz y el perdón,
“salve a ti” que de justicia
eres el Divino sol.
Luz y vida resplandece,
y en tus blancas alas traes
la salud al pecador.
Nace manso y despojado
de su gloria y esplendor,
porque no muramos todos
digno de condenación.
Nace para que ya el hombre
tenga en él resurrección,
nace para que renazca
a la vida el pecador.