Cantemos a Cristo nuestro redentor;
cantemos alabanzas dignas de su amor;
y así por las sendas y sin descansar,
cantemos a Cristo, hijo celestial.
Cantemos siempre, sí, al gran Señor.
Nuestros labios propaguen
la esperanza, la fe y el amor.
Por los campos, por los montes
cantaremos sin cesar;
glorias al gran Señor
por siempre serán.
Y si hoy vivimos dentro de su amor
¡gloria en las alturas al Hijo de Dios!
Cantemos, cantemos con gran devoción
qué dicha más grande, es servirle a Dios.
Cuando ya estemos en su gran mansión
allá alabaremos a nuestro Señor;
¡Gloria! Por los siglos para siempre será
junto a nuestro Cristo, por la eternidad.