Jerusalén, hogar feliz,
sagrado para mí;
mi llanto, ¿cuándo fin tendrá
en paz y gozo en ti?
¡Oh!, ¿cuándo, ciudad de Dios,
a tus cortes subiré,
y en tus puertas salvación
eterna hallaré?
Con santos y con ángeles,
feliz seré allí;
¡oh, país dichoso! Con afán
camino hacia a ti.
La muerte yo no temeré,
ni sentiré dolor;
mas, gozo eterno hallaré,
en Cristo, mi Señor.
Jerusalén, hogar feliz,
sagrado para mí,
mi alma pronto hallará
eterna paz en ti.