Jesús es el caudillo,
glorioso y eternal
que encauza nuestras luchas
al triunfo sobre el mal.
En pos de sus pendones,
seguimos con lealtad,
seguros de que el triunfo
será de la verdad.
Sólo seguiremos al Señor Jesús
que pertenecemos, solamente a él.
Somos los heraldos, de la excelsa cruz,
y él nos reserva, celestial laurel.
La luz de eterna vida,
que sólo en él ardió,
rompiendo nuestras fuerzas
Jesús nos reveló,
y al dar a nuestra almas,
divina claridad,
la senda para siempre
marcó de la verdad.
Ya libre él nos hizo
al precio de su amor,
librando nuestras almas
del mal y del error,
por eso somos fuertes
y vamos a vencer,
que alienta nuestro pecho
la fe que da poder.
Si Cristo es nuestro jefe,
vayamos de él en pos,
si sólo es el maestro,
oigamos hoy su voz,
y al darle fervorosos
el pensamiento al ser,
pidamos que este mundo,
se rinda a su poder.