Tan triste y tan lejos de Dios me sentí,
y sin el perdón de Jesús,
mas cuando su voz amorosa oí
que dijo, Oh, ven a Cruz.
Ya todo dejé por andar en la luz,
no moro en tinieblas ya más,
encuentro la paz en seguir a Jesús
y vivo en la luz de su faz.
Qué amigo tan dulce es el tierno Jesús,
tan lleno de paz y amor;
de todo este mundo es la fúlgida luz
el nombre del buen Salvador.
De mi alma el anhelo por siempre será,
más cerca vivir de la Cruz;
del Santo Poder y pureza me dé,
el nombre del buen Salvador.
¡Oh!, ven a Jesús, ¡Oh!, infiel pecador,
no vagues a ciegas ya más,
¡Oh!, ven a Jesús, tu benigno Señor,
que en él salvación hallarás.