Heme aquí, Jesús bendito,
agobiado vengo a ti,
y en mis males necesito
que te apiades tú de mí.
Yo no puedo con la carga
que me oprime sin cesar;
es mi vida tan amarga,
tan intenso mi pesar.
Por auxilio clamé en vano,
aunque lo busqué doquier,
ni el amigo, ni el hermano,
me han podido socorrer;
pero tú, Jesús, me invitas
con cordial solicitud,
simpatizas en mis cuitas,
y me ofreces salud.
Heme, pues, en tu presencia;
líbrame de mi ansiedad;
que es tan grande tu potencia
como es grande tu piedad,
y jamás ha recurrido
si buen éxito a tu amor,
por descanso el afligido
por perdón el pecador.