En la ciudad de Dios
no cabe el pecador;
puro es su brillo,
puro es su brillo,
sin mancha en su fulgor.
Perdona con bondad
al pobre pecador;
lava mis culpas,
lava mis culpas,
bendito Salvador.
Tu hijo quiero ser
por siempre mi Señor;
tú eres mi amparo,
tú eres mi amparo,
contra el vil tentador.
¡Oh! Cuando arriba esté
salvado por tu cruz,
puro y sin mancha,
puro y sin mancha,
veré tu hermosa luz.