La vida es ficticia, efímera flor.
Del sol, a la tarde, la agotó el ardor,
antes que se mustie la debes llevar,
cual grata ofrenda, de Dios al altar.
Sí, desde la infancia hasta la vejez
se pasan los años con gran rapidez;
y llega la muerte sin verla venir,
y el alma, ¡Ah! ¿Quién sabe adónde ha de ir?
No esperes, no esperes a tu última edad;
conságrate joven al Dios de verdad;
pues pasando el tiempo lejos del Señor,
se enerva, se apaga nuestro ardiente amor.
Incierta es la hora de tu incierto fin;
y ¡ay! De aquel que tema de juicio el clarín
reflexiona, hombre, ¿qué de ti va a ser?
O eterna desdicha, o eterno placer.